En el partido de vuelta se enfrentaba River Plate y Boca Juniors como visita. Los dirigentes de la Conmebol decidieron aplazar un día el encuentro, hasta el domingo a las 17 horas.
Antes de ingresar en el estadio Monumental de Buenos Aires, donde se jugará el partido de vuelta de la final de la Copa Libertadores, el autobús de Boca Juniors fue atacado por hinchas de su rival, River Plate, que lanzaron piedras y botellas hiriendo a varios jugadores y obligando la reevaluación sobre si están las condiciones para jugar el clásico argentino.
A penas ocurridos los incidentes, el presidente de Boca Juniors, Daniel Angelici, manifestó que no hay condiciones para jugar el encuentro decisivo por el título. Sin embargo, el presidente de River Plate, Rodolfo D’Onofrio, había logrado persuadir a su colega de que aceptara jugar el encuentro este mismo sábado (24.11.2018) pero con algún retraso hasta garantizar la seguridad de los jugadores dentro del estadio. Sin embargo, con el correr de las horas y con más y más reuniones a puertas cerradas, la decisión final fue suspender el encuentro un día, hasta el domingo a las 17 horas, después de barajarse varias opciones.
«Un equipo no puede jugar y el otro no quiere ganar en estas condiciones. Esto es fútbol y no una guerra. Se llegó a esta decisión luego de un acuerdo entre ambos clubes», declaró el paraguayo Alejandro Domínguez, presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol) en una improvisada rueda de prensa. Los incidentes se saldaron con 29 detenidos y fueron numerosas las reacciones procedentes de todo el mundo quejándose del deplorable espectáculo ofrecido por el fútbol argentino en el día que debía haber supuesto una gran celebración.
La decisión de suspender se tomó después de que los jugadores heridos fueron atendidos en el hospital de Otamendi, donde se chequearon lesiones como una úlcera en el ojo producida por un cuerpo extraño, en el caso del capitán de Boca Juniors, Pablo Pérez.
Además, los jugadores del club visitante se quejaron de haber sido expuestos a gas pimienta que, al parecer, fue arrojado por la policía para dispersar a los agresores. «Fue muy confuso, evidentemente las fuerzas de seguridad fueron desbordadas, había mucha gente. Para protegernos tiraron gases lacrimógenos y los gases ingresaron a los micros (autobuses)», explicó luego el directivo César Martucci.